Esta hermosa orquídea llamada Flor de Pentecostés tiene forma de paloma blanca y solamente florece en Pentecostés y los días próximos a la fiesta. Es originaria de Panama. Esta es una festividad de carácter espiritual que se celebra cincuenta días después de la resurrección de Jesus, conmemorando la donación del Espíritu de la Verdad o Espíritu Santo a los creyentes en Jesus de Nazaret y en el Dios único como padre-madre creador.
"La donación del Espíritu de la Verdad fue independiente de todas las formalidades, ceremonias, lugares sagrados y comportamiento especial de aquellos que recibieron la plenitud de su manifestación. Cuando el espíritu descendió sobre las personas congregadas en la habitación de arriba, simplemente estaban sentadas allí y acababan de ponerse a orar en silencio. El espíritu fue otorgado en el campo así como en la ciudad. Los apóstoles no necesitaron retirarse a un lugar aislado durante años de meditación solitaria a fin de recibir el espíritu. Pentecostés disocia para siempre la idea de experiencia espiritual, de la noción de un entorno especialmente favorable.
Pentecostés, con su dotación espiritual, estuvo destinado a liberar para siempre la religión del Maestro de toda dependencia de la fuerza física; los instructores de esta nueva religión ahora están provistos de armas espirituales. Deben partir a la conquista del mundo con una indulgencia inagotable, una buena voluntad incomparable y un amor abundante. Están equipados para dominar el mal con el bien, para vencer el odio con el amor, para destruir el miedo con una fe valiente y viviente en la verdad. Jesús ya había enseñado a sus seguidores que su religión nunca era pasiva; sus discípulos debían ser siempre activos y positivos en su ministerio de misericordia y en sus manifestaciones de amor. Estos creyentes ya no contemplaban a Yahvé como «el Señor de los Ejércitos». Ahora consideraban a la Deidad eterna como el «Dios y el Padre del Señor Jesucristo». Al menos hicieron este progreso, aunque en cierta medida no lograron captar plenamente la verdad de que Dios es también el Padre espiritual de cada individuo.
Pentecostés dotó al hombre mortal del poder de perdonar las ofensas personales, de conservar la dulzura en medio de las peores injusticias, de permanecer impasible ante unos peligros aterradores, y de desafiar los males del odio y de la ira mediante los actos intrépidos del amor y la indulgencia. A lo largo de su historia, Urantia ha sufrido las devastaciones de grandes guerras destructivas. Todos los que participaron en estas luchas terribles encontraron la derrota. Sólo hubo un vencedor; sólo hubo uno que salió de estas amargas luchas con un prestigio realzado — y éste fue Jesús de Nazaret y su evangelio de vencer el mal con el bien. El secreto de una civilización mejor está encerrado en las enseñanzas del Maestro sobre la fraternidad de los hombres, la buena voluntad del amor y de la confianza mutua.
Hasta Pentecostés, la religión no había revelado más que el hombre a la búsqueda de Dios; a partir de Pentecostés, el hombre continúa buscando a Dios, pero también brilla sobre el mundo el espectáculo de Dios a la búsqueda del hombre y enviando su espíritu para que resida en él cuando lo ha encontrado.[...] El espíritu vino también para ayudar a los hombres a recordar y a comprender las palabras del Maestro, así como para iluminar y reinterpretar su vida en la tierra.
Antes de las enseñanzas de Jesús, que culminaron en Pentecostés, las mujeres tenían poca o ninguna posición espiritual en los credos de las religiones más antiguas. Después de Pentecostés, la mujer se encontró ante Dios, en la fraternidad del reino, en igualdad de condiciones que el hombre. Entre las ciento veinte personas que recibieron esta visita especial del espíritu se encontraban muchas discípulas, y compartieron estas bendiciones en la misma medida que los creyentes masculinos. Los hombres ya no pueden atreverse a monopolizar el ministerio del servicio religioso. Los fariseos podían continuar dando gracias a Dios por «no haber nacido mujer, ni leproso, ni gentil», pero entre los seguidores de Jesús, las mujeres han sido liberadas para siempre de toda discriminación religiosa basada en el sexo. Pentecostés borró toda discriminación religiosa fundada en la distinción racial, las diferencias culturales, las castas sociales o los prejuicios relacionados con el sexo. No es de extrañar que estos creyentes en la nueva religión exclamaran: «Allí donde se encuentra el espíritu del Señor, está la libertad.»
[...] Esta nueva conciencia de fuerza espiritual fue seguida de inmediato por un poderoso impulso a salir y proclamar públicamente el evangelio del reino y la buena nueva de que Jesús había resucitado de entre los muertos."
El libro de Urantia.
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